sábado, 23 de abril de 2011

Relato de un portador

De repente te encuentras todo encorbatado, con tu camisa blanca de finas arrugas y tus pantalones de pinza a conjunto con los zapatos más cómodos para impedir que el breve paso deje marca sobre el primer apoyo del pie. Vas de camino pensando que puede deparar dentro de 15 minutos o 2 horas. Y cuando llegas, comienzas a visualizar desde la máxima discreción caras de felicidad y esperanza que te contagian y tu imitas para que cualquier otro rezagado que te vea, trate de imitarte. Tras abrazos y felicitaciones, es la hora de entrar. Dentro, sin haber entregado la más mínima acreditación y tras haber pasado por una puerta, que incluso el pequeño Frodo Bolsom debería agacharse, nos encontramos a las dos imágenes frente a nosotros. Te colocas en tu puesto, con la túnica colocada como si tu madre huebiese estado allí a tu lado para ayudarte. Hay una incertudimbre máxima, no hay ventanas y no sabemos nada del exterior. A las 17:25 entra un rayo de sol por la ventana más alta de la capilla. Me atrevería a decir que es la única que hay. Ese rayo incidió sobre el rostro del Cristo Yacente. Eso era una señal; vamos a salir. Pasaba y pasaba el tiempo desmesuradamente lento. Eran ya las 17:46 cuando una voz sonaba en toda la capilla: "Señores, a las 18:30 daremos la decisón final". No cayó muy bien esas palabras sobre los presentes allí, que empezaban a presagiarse lo peor. Pasaba y pasaba el tiempo, y tras varios "Silencio, por favor" se escuchó al Hermano Mayor esbozando entre lágrimas: "Señores presentes, la decisión ha sido tomada."

Y el final ya lo sabéis. CGF.