sábado, 30 de julio de 2011

Situaciones

[...] Cercando el momento a la vida comienzo a sentir. Entro en una fase donde el siguiente objetivo es abrir los ojos. Esos ojos lagrimosos, bañados en líquido sinovial y con algo de legañas. Tras ello, mi objetivo es una realidad. Comienzo a ver, y no hay mayor sorpresa que encontrarse de frente con mamá. Yo aún no se qué es la belleza, pero se cuánta hay en ella. Mi corazón palpita gracias a ella hasta que de repente siento un leve corte en la zona central de la barriga que me hace llorar. Y mucho. Pero yo sé que estoy cerca de mamá y lo demás no me importa.


[...] Voy de compras. Como siempre, cogido de la mano de mamá siento como casi se me sale el hombro. El paso que lleva es horriblemente rápido, tanto que produce en mi una caída. Caigo, y las lágrimas caen de mi rostro como si de un río desbordado se tratase. Miro a mi rodilla y veo sangre brotando de una herida. Lo veo borroso, las lágrimas no me dejan ver. Al momento noto como un pañuelo blanco radiante roza mis mejillas. Y también como un agua bendita rejuvenece la piel de mi herida. No me hace falta saber mirar a ningún lado, porque yo aún seguía agarrado fuertemente a la mano de mamá.


[...] Llevo un día entero echado en la cama. Una intranquilidad me desasosiega, me recela. Mi preocupación llega a tal extremo que hace que mi rostro tome un color blanquecino, como mortuorio, un color que va más allá de la palidez hierática. No aguanto más. Necesito despejarme. Voy a la salita. Allí está mamá.


En muchas ocasiones la vida te da situaciones corrientes que nosotros la tomamos como problemas de gran calibre. Tales situaciones son menores si te acompañas de una buena presencia. Dada mi experiencia, he llegado a una conclusión: la mejor compañía es mamá. Esa fuente de energía inagotable. Fuente de consejos, sabiduría y amor. La persona más benévola sobre la faz de la tierra. La más detallista, minuciosa y espléndida. La más grande y a la vez la más pequeña. La más bella.


En definitiva, la más. CGF.