Llegó. Un reguero cálido azotó mi cara. El día se me antojaba espléndido, mientras caminaba certero, firme, regocijándome en la más firme seguridad. Sentía dentro de mí una de las mejores sensaciones que jamás en la vida he sentido. Me mostraba tranquilo y sereno, pero tan solo suponía la expresión de mi cara y de mis movimientos. Por dentro, los nervios me reconcomían, sepultados por atisbos de serenidad. A mi lado, un desconocido. No sé quién es, tan solo sé cómo se llama y un par de datos que mi mente alcanzaba a suponer. El momento estaba llegando. Tras colocarme cerca de la puerta miré hacia mi alrededor, no conocía a nadie. Deduje que me debería ir acostumbrando a verles. Resoplé dos veces, alcé la vista, y avancé.
Comenzó entonces otra época, otro color, otra música que se convertiría en los acordes de mi vida. Un sabor embriagador. No podía dejar de mirar a mi alrededor. Entretanto, descubrí algo más. Una mirada, una muesca que marcaba la imperfección de una sonrisa perfecta.
[...]
Justo en ese momento la volví a mirar. Me dí cuenta que había encontrado el mejor tesoro que cualquier pirata añoraría. Comprendí que yo no sería ese pirata afortunado.
"No te miraré con cariño, no seré simpático, ni tampoco nunca te habré dicho las palabras más bonitas, pero quizá, y solo quizá, no pueda llegar a quererte más. Me acostumbré a quererte así" CGF.